lunes, 17 de julio de 2017

CRUCERO ISLAS GRIEGAS DEL 21 AL 28 DEL 06-2017 (1ª PARTE)

PRIMER DÍA VUELO MADRID - ATENAS - PUERTO DEL PIREO


Aunque nunca hemos sido amantes de realizar un crucero, en esta ocasión, ante la oferta de nuestro amigo Ángel no dudamos en aprovechar esta oportunidad para reunirnos otra vez con nuestro grupo viajero, ya que en cualquier circunstancia y lugar sabíamos que íbamos a pasarlo de maravilla. En esta ocasión se nos unían por primera vez Chuchi y Marisa, sabemos que acoplarse a un grupo que ya está formado no es fácil, pero lo cierto es que desde el primer momento entraron a formar parte de nuestro círculo, creándose nuevos vínculos de amistad con ellos.

Viaje organizado por Pullmantur que comenzaba con el vuelo Madrid Atenas y desde aquí al puerto del Pireo donde se nos distribuyeron los diferente camarotes y empezaba nuestro circuito.


Subimos a cubierta donde nos esperaban unas vistas nocturnas del puerto del Pireo impresionantes.



SEGUNDO DÍA MIKONOS

Como sabéis todos los cruceros organizan excursiones para conocer los diferentes lugares, pero por propia experiencia recomiendo que se haga por vuestra cuenta ya que se dispone de suficiente tiempo para poder visitar los lugares más recomendables de cada isla.
Así que después de toda una noche de navegación  llegamos a Mikonos y nos dispusimos a visitar  esta hermosa isla. 


Míkonos se divide en dos municipios Chora y Ano Mera. La isla posee una población pequeña (unos 10.000 habitantes), por lo que los turistas muchas veces superan a los autóctonos. Esta gran afluencia de turistas, su orografía suave y sus playas atrayentes consiguen que el ambiente, la fiesta, la música electrónica y la animación que dura toda la noche sean el elemento que más destaca en Míkonos. Nosotros desembarcamos en Chora.



Algo de historia: según la mitología griega, la isla fue nombrada así por el héroe Mykono, hijo de Apolo; por lo tanto es la isla de la luz, pues aquél del que tomó su nombre tenía vínculos familiares con el luminoso Apolo.

 
Se dice también que en Mykonos el legendario Heracles (Hércules) mató a los gigantes, cuyos cuerpos petrificados formaron las rocas de la isla. En otra versión del mito, es el mismísimo Poseidón quien levanta las rocas que forman la isla, también en contra de los gigantes.



En Chora, lo  más llamativo es el tipo de construcción en toda la isla: tiende a ser de formas redondeadas, con casas pintadas de riguroso blanco, carpinterías de ventanas y puertas de colores pastel muy vivos, siendo los más usuales el azul y el rojo.


Las callejuelas son estrechas por dos motivos: El primero, para protegerse del sol; y el segundo, para protegerse del viento que sopla fuerte especialmente en verano. Podremos contemplar la arquitectura popular más famosa de las cicladas con ese predominio del encalado tan característico.
Otra característica importante es que el tráfico permanece cerrado durante casi todo el día para que el paseo y el turista se encuentre más cómodo.


Impresionante son los molinos blancos situado en la parte alta del barrio de Kastro, con sus maravillosas vistas de la Pequeña Venecia, una de las zonas más bonitas de Mykonos.
 
 


En un extremo del muelle, encontramos la iglesia Agios Nikolakis y el Ayuntamiento. A la izquierda nos adentramos en el barrio del Kastro o castillo, del que poca cosa queda. Antes de llegar a la pequeña Venecia, veremos la Iglesia Paraportiani y comprobaremos lo caótico de sus estrechas y desordenadas calles, no nos extrañe tener la sensación de habernos perdido o de repetir alguno de los recorridos.






Al llegar de nuevo al mar, alcanzamos la zona denominada Pequeña Venecia, muchos restaurantes y bares nos dan la bienvenida para contemplar una fantástica puesta de sol. Su mejor vista la obtenemos desde la colina de los molinos, Kato Miloy.




Por la noche nos pusimos del color recomendado, el blanco, y aquí están los chicos y las chicas del grupo.



TERCER DÍA MIKONOS


El siguiente día repetíamos Mikonos, por lo que dimos un paseo grande por la parte superior de Chora, la capital, denominada el barrio de Kastro.



Entre las cosas que ver en Mikonos uno no espera encontrar molinos de viento. Sin embargo, éstos son posiblemente uno de los símbolos más reconocibles de la isla. Construidos en el siglo XVI para moler grano, hoy siguen en pie y se han convertido en uno de los rincones más fotogénicos de Mikonos, con vistas espectaculares a la Pequeña Venecia.




Siempre que te mueves por esta pequeña isla encuentras rincones espectaculares en donde el blanco es el fondo de todos los objetivos.



Desde el barrio de Kastro se ven los molinos, que en total son cinco – antiguamente había quince y se utilizaban para moler el trigo -. No olvidemos que Mykonos es una isla de vientos, y el viento Meltemi sopla 200 o 300 días al año, lo cual tampoco está nada mal, ya que en verano puede llegar a hacer mucho calor.


Por la tarde partimos del puerto de Chora dirección a la isla de Creta, pero aún tuvimos tiempo de recoger en cubierta algunas de las imágenes del atardecer.


CUARTO DÍA CHANIA

Después de recorrer 216 millas nauticas nuestro barco atracó en el puerto de Chania (La Canea), en donde cogimos tres taxis para que nos llevara al centro de la ciudad.

Chaniá, también conocida como La Canea, es una de las ciudades más interesantes y hermosas de Creta. Situada sobre el antiguo asentamiento de Kydonia, fue habitada desde la época neolítica y, después de la destrucción de Knossos se convirtió en el centro neurálgico de la isla de Creta. Con la llegada de los árabes, la ciudad vivió un periodo de decadencia, pero con la llegada de los venecianos, La Canea floreció y se convirtió en la “Venecia del Este”. Los turcos ocuparon más tarde la ciudad durante 250 años, desde 1646 a 1898. Más tarde, Chaniá fue la capital de la isla hasta 1971, y hoy en día es la segunda mayor ciudad de Creta, después de Heraklion.
Situada a los pies de los Lefta Ori (montaña Blancas), dispone de un pintoresco puerto, y un entramado de calles que forman una ciudad salpicada por edificios venecianos, fortificaciones (sobre todo alrededor del puerto), y vestigios de la época Otomana.
Nuestra primera parada fue el Mercado Público y desde allí nos dirigimos por una series de callejuelas repletas de tiendas hasta la Catedral de la Presentación de la Virgen María.


Aunque su construcción es del siglo XIX, lo cierto es que esta iglesia se asentaría en otra más antigua, del siglo XIV. Se encuentra situada en una gran plaza, con una gran planta con tres naves, de las cuales la tercera es la más alta. Además, también sobresale una única torre campanario, que se sitúa junto a la fachada principal. Su interior está decorado en estilo ortodoxo, con algunas obras de arte bizantino y pinturas religiosas. Además también podemos observar elegantes sillas de madera, un altar de plata y algunas vitrinas de gran hermosura.
Desde aquí nos dirigimos hasta la zona del puerto donde se divisa el faro.



Este pequeño faro está situado al final de la muralla veneciana del puerto, desde donde se obtiene una buena vista de la costa, el puerto y la ciudad.
Muy cerca se encuentra, la Mezquita de los Jenízaros, edificio de varias cúpulas, levantado por los turcos tras la conquista de Creta en 1645. Es la construcción otomana más antigua de la Isla de Creta.


El paseo por el puerto de Chania nos abrió el apetito y nos tomamos unas cervezas a muy pocos metros de la Fortaleza Firkas.



La Fortaleza Firkas, construida para proteger el puerto. Alberga hoy en día el Museo de historia Naval, donde se muestra una exposición sobre la batalla de Creta, que tuvo lugar en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial. Además, recorre la historia del comercio marítimo y la historia naval de la isla de Creta. La colección reune maquetas de barcos y submarinos, armas e instrumentos de navegación, documentos históricos y la maqueta de la ciudad.  

 
Desde la torre hay bonitas vistas del puerto, del faro veneciano y de la mezquita, y es el lugar donde fue izada la bandera griega en 1913.


Se nos acercaba la hora de volver al barco, por lo que dimos una vuelta por el centro hasta el Mercado Público donde cogimos un autobús de vuelta al puerto de atraque. 

QUINTO DÍA RODAS 

Rodas es una de las más bellas islas griegas. La capital de las islas del Dodecaneso. Según nos cuenta la mitología griega, fue fruto de la pasión entre Elios (dios del Sol) y la ninfa Rode (la Rosa). La historia de Rodas comienza en la prehistoria con la llegada de navegantes procedentes de Creta. Llegó a ser un puerto de especial importancia en la cuenca del mar Mediterráneo. Aquí el Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la antigüedad, servía de faro y guía a los navegantes que llegaban a sus costas.
Las murallas de la ciudadela de 12 metros de espesor, están fortificadas con tres torres y se construyeron alrededor del puerto central adoptando una forma semicircular. De sus once puertas destaca la Puerta de la Marina, situada frente al puerto. Está flanqueada por dos torres y decorada con la flor de Lis, sobre el escudo de la Orden.

Su ciudad medieval, protegida por murallas, ha sido declarada «patrimonio de la humanidad» por la UNESCO y se encuentra en perfecto estado de conservación. Sus murallas fueron construidas por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén que estuvieron en Rodas 212 años (1310-1522).

 
Desde aquí nos dirigimos a la Calle de los Caballeros, es la calle medieval mejor conservada de Europa, se ubican las ocho posadas en las que se alojaban los caballeros según pertenecieran a uno de los ocho grupos o naciones que integraban la Orden. La de España se conoce como «Castellanía» y hoy alberga la biblioteca. La calle tiene una longitud de 200 metros y un ancho de 6 metros y toda ella es un imponente monumento medieval. Finaliza en el Palacio del Gran Maestre.


La Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén fue fundada en el siglo XI para proteger a los peregrinos de los Santos Lugares.
La mayor parte de los caballeros eran franceses. La orden poseía una Iglesia y un Hospital en Jerusalén y una Fortaleza en San Juan de Acre (actual ciudad costera de Israel) y se dividía en 7 nacionalidades o lenguas: Francia, Provenza, Auvernia, Aragón, Castilla, Italia e Inglaterra, cada una de las cuales tenía su propia Posada.
La máxima autoridad de la Orden era el Gran Maestre. Los caballeros hacían voto de pobreza y castidad
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El Palacio del Gran Maestre es uno de los más importantes edificios de la ciudad medieval de Rodas. Fue construido en pleno apogeo de los Caballeros de San Juan, en el siglo XV, para ser la residencia del Gran Maestre, sede del gobierno y lugar de reunión del Consejo. Se cuenta que hubo hasta diecinueve grandes maestres de la Orden de San Juan. El concepto del edificio era el de una fortaleza en el interior de un castillo, es decir, un edificio defensivo y de alta protección situado en el punto más alto de la ciudad. Actualmente es un lugar para exposiciones temporales y permanentes. Podemos ver aquí algunas importantes esculturas helenísticas y romanas, así como algunas piezas de gran valor de los tiempos de los Caballeros de San Juan. Este edificio podría contarnos mil aventuras e historias. Entre otras, que fue utilizado como cárcel en épocas otomana e italiana. Sufre asedios y terremotos que lo dañan e incluso una gran explosión de un polvorín en el año 1481 que casi lo destruye por completo. En su interior existe un gran patio. En la planta baja se hallan las despensas, las cuadras y las cocinas. En la parte superior se encontraba la residencia del Gran Maestre y sus aposentos, la Sala de reuniones del Consejo, …



A pocos metros del Palacio del Gran Maestre se encuentra la Mezquita de Solimán. Está situada en el barrio turco al final de la calle de Sócrates. Se terminó en 1808 y fue construida en el mismo lugar en que anteriormente estuvo la mezquita que Solimán el Magnífico ordenó construir para conmemorar la conquista de Rodas. Tiene un estilizado minarete de piedra de sección circular. Junto a la Mezquita de Solimán se sitúan la Mezquita de Mustafa (siglo XVIII), los baños turcos (siglo XVIII), actualmente sede de la Biblioteca musulmana y la Torre del Reloj, un campanario al que se puede subir a contemplar las vistas de la ciudad.
En 1522 Solimán el Magnífico asedió Rodas con un ejército de 400 barcos y 100.000 hombres. Cinco meses después los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén abandonaron la isla y se establecieron, primero en Italia, y definitivamente en Malta.

Las zonas más turísticas y comerciales del casco antiguo medieval están situadas en la parte de la ciudad más cercana al mar, son la plaza Hipócrates (Ipokratous) y la calle Sócrates (Sokratous) y están llenas de tiendas de recuerdos, joyerías, anticuarios, peleterías, terrazas, tabernas y restaurantes.



La plaza Hipócrates (Ipokratous), confluencia de las calles Sócrates, Pitágoras y Aristóteles, está decorada con una fuente turca. En una de sus esquinas se sitúa la Lonja de los Mercaderes del siglo XVI, utilizada como Tribunal y lugar de reunión, que actualmente es sede de la Biblioteca pública.


Para acabar nuestro recorrido nos acercamos al mercado municipal, de regreso al barco pudimos apreciar las murallas de la ciudad.



SEXTO DÍA PATMOS



Patmos es una de las más sagradas islas del mundo cristiano y, además, una de las islas más tradicionales y auténticas del Dodecaneso. Tiene 63 km de costas. Es una de las islas habitadas más pequeñas y tiene una curiosa forma de 8, repleta de colinas rocosas, poca vegetación y dos poblaciones principales, Patmos Jora y Skala. Su fama se debe a que, durante la dominación romana, fue lugar de destierro; y, sobre todo, a que el apóstol San Juan, en el 97 d. C., vivió exiliado en ella durante cierto periodo. Fue en este lugar donde el apóstol escribió los terribles textos del Apocalipsis.

La mayor parte de la vida de la isla transcurre en Skala, el puerto, una zona más moderna que se compone de las casas de las gentes de la isla. Son casas blancas con patios repletos de flores. El otro pueblo, Patmos Jora, es la ciudad antigua y en ella es como si el tiempo no hubiera pasado. 

En el centro está el famosísimo monasterio fortaleza de San Juan Teólogo, fundado por el Beato Cristodulos. Destaca su color oscuro y su construcción de gran mole bizantina, rodeada por una muralla almenada.


La construcción del Monasterio de San Juan el Teólogo a comienzos del siglo XI, fue dirigida por el monje Christodoulos a instancias del emperador bizantino Alejo I Comneno. Se concibió como una fortaleza que protegiera los tesoros artísticos y culturales que iba a albergar y sus cimientos se asientan sobre los restos de un antiguo templo consagrado a Artemisa. 




Llegaron a vivir allí hasta 1700 monjes y aunque hoy en día la comunidad religiosa se reduce a solo 25, el patrimonio del monasterio en tierras y propiedades es inmenso no solo en la isla de Patmos sino también en otras islas vecinas. 


Para completar este conjunto esta la Gruta del Apocalipsis, muy cerca del monasterio, en el camino a 2 km, que conduce al puerto de Skala. Allí mirando al mar se abre la cueva en la que San Juan recibió la revelación del evangelio. En el interior de la cueva hay dos huecos que según la tradición le servían uno como almohada para dormir y el otro para apoyar el codo mientras escribía. Al margen del sentimiento religioso o la fe de cada uno no se puede negar que en este lugar frente al mar hay algo que eleva el espíritu. 

SEPTIMO DÍA SANTORINI

Nuestra llegada a Santotini fue espectacular ya que el barco atracó cerca de la capital Fira, por lo que cogimos un barco rápido para desplazarnos a Oia, a unos 12 kms, visitar primero esta pequeña ciudad, quitarnos el desembarco de más de 1000 personas en la capital; después de varias horas coger un autobus y desplazarnos hasta Fira.


Santorini,, es la joya de las Cycladas. Es absolutamente diferente a todas las islas Cycladas o a cualquier isla del Egeo. Su configuración geológica le da esa belleza salvaje y única.



La isla toma su forma actual tras hundirse la caldera del enorme volcán. Su capital es el pueblo de Thira y su principal puerto el de Acinios. Su suelo principalmente es volcánico.


Nuestra primera visita fue Oia, es la parte más pintoresca, hermosa, turística, cara y famosa de Santorini. Este pueblecito cuenta con todo tipo de alojamiento, en especial boutique hoteles, restaurantes, bares, clubs y tiendas de lujo. Un montón de casas encaladas cubistas, llenas de flores de buganvilla, e iglesias de cúpula azul, hacen Oia muy pintoresca y romántica.




Santorini habitada, al menos desde el 3000 a. de C. por los fenicios, tiene su apogeo del 2000 al 1600 a. de C., año que interrumpió su desarrollo debido a la tremenda y apocalíptica explosión del volcán. Existe una teoría, según la cual, en Santorini pudo encontrarse la perdida Atlántida. Existen algunos que así lo afirman. A los griegos, al menos, así les gusta creerlo. Santorini es un pueblo mediteráneo colgado sobre el acantilado con vistas a la Caldera y al mar Egeo.



En Santorini, cada detalle es belleza. Tiene forma de media luna y en su parte interior, donde antiguamente estaba el gran volcán, existen otra serie de islas más pequeñas pero muy bellas. Al oeste es escarpada y rocosa, destacando su gran precipicio sobre el mar, mientras que al sur va descendiendo lentamente hasta el mar, donde las playas de arena oscura enamoran al viajero.


La capital, Fira, es de una gran belleza, ya que se encuentra asentada en el borde de un acantilado, a una altura de 260 metros, por lo que ofrece unas vistas espectaculares del mar, así como del volcán sumergido. Además, Fira es un típico pueblo de las islas Cícladas, con esas encantadoras casas blancas con puertas, y ventanas azules, e iglesias con cúpulas redondas también azules -símbolo de Santorini-. Es un placer pasear por las callejuelas empedradas o sentarse en cualquier terraza bañada por el sol, desde la que se puede ver una bella panorámica del volcán y, por supuesto, unas impresionantes puestas de sol.

OCTAVO DÍA ATENAS

La guinda de nuestro crucero iba a ser la Acrópolis de Atenas, pero nos topamos con un día de mucha lluvia, pero a pesar de todo no nos amilanamos y disfrutamos dentro de lo posible de esta maravilla.
En la Atenas de Pericles, durante la segunda mitad del siglo V a.C., un grupo excepcional de artistas transformó, bajo la dirección de Fidias, una colina rocosa en un extraordinario conjunto arquitectónico y artístico que la Grecia antigua legó al resto del mundo.
La Acrópolis de Atenas, «la roca sagrada», es una meseta caliza de 270 metros de longitud y 85 de anchura, situada 156 metros sobre el nivel del mar, que contiene los monumentos más famosos de la Grecia clásica: el Partenón, el Erecteion, los Propileos y el templo de Atenea Niké y representa el símbolo universal del espíritu y la civilización clásica. Fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1987.


La entrada a la Acrópolis se realiza por una puerta monumental llamada «Propileos». Una gran estatua de bronce de Atenea, construida por Fidias, se situaba en el centro del recinto. A la derecha de esta estatua se erige el Partenón que albergaba la estatua crisoelefantina de Atenea Parthenos, también obra de Fidias. A la izquierda se disponía el Erecteión.



Los Propileos constituyen las puertas monumentales de entrada a la Acrópolis. Los Propileos comprendían un edificio central de forma rectangular de 18,12 metros de ancho y 12,96 metros de fondo y dos alas laterales.
El cuerpo central tenía una fachada exterior y otra interior formadas ambas por seis columnas dóricas que delimitaban cinco puertas de acceso a la Acrópolis, siendo la más ancha la situada en el centro (4,13 metros de anchura y 7,38 metros de altura) que era por donde discurría la vía sagrada que recorrían las procesiones de las Panateneas.


Si continuamos no encontramos con el Partenón Es el monumento más grandioso de la Atenas de Pericles y refleja en la arquitectura el extraordinario florecimiento cultural, de las artes y del pensamiento que alcanzó Atenas durante el siglo V a. C. que culminó con la implantación de la democracia.


El templo se consagró a la diosa Atenea, protectora de Atenas. Los arquitectos Ictino y Calícrates, dirigidos por el escultor ateniense Fidias, diseñaron un edificio para albergar la gigantesca estatua crisoelefantina de Atenea, obra de Fidias, que se custodiaría en la celda del templo.
Todo el proyecto del templo se supeditó a la presencia de la gran estatua de Atenea, de doce metros de altura.



Las obras comenzaron en 447 a.C. y finalizaron en tan sólo nueve años, el 438 a.C. lo que se explica por el poderío económico de la Atenas de Pericles. Las esculturas del frontón diseñadas por Fidias se colocaron seis años más tarde, el 432 a.C.
El templo se construyó sobre el inacabado Hecatompedón, templo del que se aprovecharon algunos materiales.
Enfrente del Partenon se levanta el Erecteion.




El Erecteion es un templo jónico, fue construido en el periodo 420-406 a.C. en el lugar más sagrado de la Acrópolis, donde la diosa Atenea, patrona de Atenas, hizo que floreciera el olivo que regaló a Atenas. Está construido en dos niveles, es asimétrico y tiene dos partes que no están comunicadas entre sí, debido a que estaban dedicadas a diferentes dioses. La parte este estaba dedicada a Atenea y la oeste a Poseidón y otros dioses y héroes míticos. 


En la fachada sur tiene una Tribuna sustentada por figuras de koré (cariátides).
Dentro del reciento encontramos el pequeño templo jónico de Atenea Niké (Victoria), construido sobre un torreón de los Propileos conmemora la victoria sobre los persas en la batalla de Salamina (448 a.C.), aunque las obras comenzaron en el 420 a.C. El arquitecto que diseñó el proyecto fue Calicrates.
Cerca de este conjunto arquitectónico encontramos el Teatro de Dioniso, considerado como el mayor teatro de la antigua Grecia, se encuentra situado en la ladera sureste de la Acrópolis. Está dedicado a Dioniso, dios del vino, el teatro y las fiestas.
 

Fue restaurado entre los años 1926 y 1932. Se construyó durante el siglo VI a. C., aprovechando el desnivel de la ladera sureste de la Acrópolis y se le dotó de una capacidad de 15.000 a 17.000 espectadores.



Acabada la visita nos despedimos de la Acrópolis con la intención de visitarla en un día soleado para poder disfrutar de todo su explendor.